Quisiera olvidar que soy profesora de lenguas cada vez que entro en un centro de idiomas y me propongo aprender uno nuevo o mejorar en alguno de los que ya he empezado. Sufro. Sufro cuando veo cómo se pierden oportunidades de aprendizaje o cómo enfoques poco orientados a la acción ralentizan el proceso de aprendizaje. Y sobre todo, envidio al resto de mis compañeros por ver tan positivamente todo lo que se hace en clase y verle la utilidad.
Después de 10 horas de chino, puedo pedir un café pero todavía desconozco cómo decir mi nombre, a qué me dedico o cuántos años tengo. Sé cómo decir que mi madre está muy ocupada, pero no sé como dar los buenos días o cómo despedirme. ¡Una pena! Y eso pasa por tener un manual poco o nada orientado a la acción a pesar de estar lleno de “diálogos” (acompañados, por supuesto, de un vídeo en el que las actuaciones de los actores son muy naturales), y por tener un docente que sigue rígidamente el orden del manual. Y lo más curioso: se queja de que no le gusta el libro. ¿Y cómo así no se plantea cambiar el orden de las actividades? ¿Adaptarlas? Siempre he sido partidaria del trabajo con manual. Da seguridad a un alumno, marca la línea del curso, pero caemos en un grave error cuando pasamos a ser esclavos del mismo y, sobre todo, cuando somos incapaces de alternar las actividades conforme a las necesidades que tengamos. De ahí que, en la clase de chino, cinco minutos los dediquemos a fonética (puesto que en las páginas impares tenemos fonética), y los cinco siguientes estemos haciendo gramática (que viene en las páginas pares) Y así, sucesivamente. Total, un caos.
Quizá sea una maniática de la contextualización, pero me parece fundamental, así que concebir que cada cinco minutos se cambia de actividad, sin seguir una línea concreta, un objetivo concreto, me desorienta. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy aprendiendo? Ante esta forma de trabajar, lo único que me ayuda es llegar a casa e intentar organizarme los apuntos conforme a una lógica (no siempre comunicativa, por desgracia), que me ayude. Pero ahí el trabajo le corresponde, también en parte, al profesor. Me doy cuenta de lo importante que es tener una planificación bien hecha y saberla llevar a clase para garantizar un aprendizaje satisfactorio por parte del alumno.
De hecho, tal y como está planteado ahora el curso, admito que me genera cierto estrés hacer las actividades de chino en clase. Las de fonética, porque son listados y listados de palabras cuyo tono tengo que reconocer, pero cuyo significado desconozco. Aparecen sueltas, sin contextualizar, y si bien el objetivo es reconocer el tono, no me ayuda trabajar sin saber muy bien lo que estoy haciendo, lo que estoy diciendo. Bien podrían ser palabras que existen, o bien que no. Lo mismo me daría, pues todo me suena a chino, nunca mejor dicho.
Por si alguien no lo sabe, en chino, cada vocal tiene 4 tonos. Dejo aquí un link de material preparado por el Instituto Confucio para que podáis ver las diferencias:
Ir a PRONUNCIATON PRACTISE
Pulsar sobre cada vocal
Me pregunto si, en cualquier caso, no resultaría más efectivo trabajar el tono de las 10 palabras que han aparecido en la unidad y que son las que tengo que recordar esta semana. Otro aspecto que me angustia es el escuchar las pistas una única vez y sin pausas entre palabra y palabra. Siento que el oído me pide más. Quisiera volver a escucharlo para familiarizarme con estos tonos, con la pronunciación de estas palabra, que creo que es al fin y al cabo el propósito de todos estos ejercicios que estamos haciendo. Pero ahí es cuando la profesora comenta: “Bueno, no es necesario, es que esto es muy fácil”. ¿Fácil para quién?, me pregunto yo.
Algo similar ocurre con las actividades de gramática, que acabamos en cinco minutos porque “son muy fáciles”, “porque esta lección no es complicada”. Echo de menos el uso de la pizarra, que me expliquen, que me den tiempo para asimilar. Si ya antes intentaba que el momento de sistematización de conocimientos nuevos fuera escrito, pues según Olga Esteve ayuda a fijar, ahora más que nunca estoy convencida de ello. La pizarra es fundamental, así como el tiempo de asimilación. Que a mí me parezca fácil porque sé que hay cosas más complejas en mi lengua, no significa que lo sea para el alumno.
Pero me da la sensación que soy yo sola la que se queja. ¿Quizá porque soy consciente de que hay otras formas de hacerlo, de llegar mejor al alumno? Una de dos: o mi cabeza está saturadísima con información de otro tipo y no consigo concentrarme, o la gente se prepara las lecciones por adelantado. Si no, que me lo expliquen.